L@s niñ@s, criaturas inocentes e
ingenuas, pero cuya sencillez les hace ser genios, constantemente son el
ejemplo de la valentía y el coraje necesarios ante situaciones realmente
difíciles.
En más de una ocasión me ha maravillado la entereza con la que los niños
enfrentan el dolor y el miedo en el hospital.
Seguramente la mayoría de las personas que prestan algún servicio de salud en
el área de urgencias de un hospital en algún momento de la jornada pueden
sentirse aturdidos por las condiciones en las que se reciben a los
pacientes, pues en ocasiones su estado es crítico y se encuentran realmente
abatidos, y la naturaleza humana obliga a cualquiera a sentirse conmovido y a
tener algo de empatía con el prójimo que sufre.
Al pasar por el servicio de Urgencias, en concreto en Urgencias Pediátricas,
(en las que estuve 1 semana) y tener contacto con los niños que pasan algún
momento difícil, la primera sensación que viene a mí, es una gran admiración,
pues es precisamente en estos pequeños en quienes encuentro la inocencia y la
valentía unidas para lograr magníficos e insuperables héroes.
La forma en que los niños hacen frente a la angustia, la impotencia y la
incertidumbre que surge ante una enfermedad, o un accidente inesperado,
definitivamente es muy diferente a la reacción de un adulto, ya que debido a
una mayor madurez mental éste tiene la capacidad de calcular y evidentemente de
comprender lo que está sucediendo. El adulto puede manejar mejor sus emociones,
y evita mostrar a los demás sus miedos, y es apreciable su valentía; sin
embargo, los niños tienen una forma fascinante de encarar el pánico.
Sin duda alguna, los chiquillos siempre necesitan la presencia y el apoyo de
sus padres, sobre todo cuando descubren que están en una situación de peligro,
y esto lo entienden así debido al dolor físico que los ataca e interpretan
estas sensaciones de malestar como una alarma, por lo cual, su primera
necesidad o urgencia es sentir la seguridad y la protección de sus padres. Me
ha bastado ver cómo reaccionaba Alexa, una pequeña de 4 años de edad, quien fue
recibida en Urgencias en estado de letargia, desubicada en las tres esferas,
con reflejos osteotendinosos ausentes, acompañada de su padre quien refería que
la niña había ingerido accidentalmente una alta cantidad de pastillas de un
medicamento del cual ignoraba el nombre. Inmediatamente se inició el proceso de
desintoxicación, realizándole un lavado gástrico con administración de carbón
activado.
En cuanto se colocó la sonda nasogástrica, Alexa opuso resistencia, reacción
que animó mucho a los médicos, pues hablaba de un estado de conciencia favorable.
Además entre sus lloros, las palabras que Alexa decía con gran añoranza eran
“Papá, mamá”. Lo cual me hizo comprobar que ante las situaciones de estrés, el
confort más grande para un niño es la presencia de sus padres. Por otro lado,
comprendí que si el niño imagina algo que estimule su valentía, automáticamente
su reacción cambia, por lo cual el ingenio de las personas que atienden estas
situaciones se pone a prueba para buscar la forma de convencerlos de que todo
estará bien, penetrando en sus mentes y creando una idea que minimice el miedo.
Esto habla de lo predecible que puede ser un chiquillo, pues basta conocer un
poco sus fantasías para ayudarlos a manejar mejor el dolor.
Algunos refieren que se han lastimado
mientras se enfrentaban con un compañero, y esta declaración los hace sentir
avergonzados; sin embargo a pesar del temor de que los riñan, tienen la
valentía de relatar los hechos con detalle. Posteriormente aceptan los
procedimientos que impone el médico, tal vez con la esperanza de que todo
termine pronto.
De la misma forma en que he admirado la inocencia y valentía de los niños, en
el área de Urgencias he aprendido a valorar la nobleza y el trabajo de las
personas que trabajan en este servicio,
ya que el carácter y la bondad para establecer un trato especial con los
niños y con los padres, es especial y
generan un ambiente de confianza y servicio, que indudablemente los
tranquiliza. Considero que el amor maternal o paternal no tiene comparación
alguna, y es el mayor exponente de humildad. De esto podemos darnos cuenta,
dando una vuelta por cualquier sala o pabellón del hospital donde se encuentre
una madre custodiando la salud de su hijo, y aun más en el área de Urgencias
donde se tiene el primer contacto con el paciente, mientras los padres se
encuentran alarmados y preocupados por el bienestar de sus hijos. Es
extraordinaria la capacidad que tienen los padres para luchar por la
tranquilidad de sus pequeños.
El servicio de Urgencias me ha permitido conocer este tipo de circunstancias, y
más allá de la gran cantidad de conocimientos que he adquirido allí, gracias a
la disposición del personal de esa área para enseñarnos, he aprendido la importancia
de la vocación al servicio, la dedicación y empeño que se requiere.
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