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viernes, 21 de diciembre de 2012

Diario Reflexivo II (Urgencias)



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L@s niñ@s, criaturas inocentes e ingenuas, pero cuya sencillez les hace ser genios, constantemente son el ejemplo de la valentía y el coraje necesarios ante situaciones realmente difíciles. 

En más de una ocasión me ha maravillado la entereza con la que los niños   enfrentan el dolor y el miedo en el hospital.
Seguramente la mayoría de las personas que prestan algún servicio de salud en el área de urgencias de un hospital en algún momento de la jornada pueden sentirse   aturdidos por las condiciones en las que se reciben a los pacientes, pues en ocasiones su estado es crítico y se encuentran realmente abatidos, y la naturaleza humana obliga a cualquiera a sentirse conmovido y a tener algo de empatía con el prójimo que sufre. 
Al pasar por el servicio de Urgencias, en concreto en Urgencias Pediátricas, (en las que estuve 1 semana) y tener contacto con los niños que pasan algún momento difícil, la primera sensación que viene a mí, es una gran admiración, pues es precisamente en estos pequeños en quienes encuentro la inocencia y la valentía unidas para lograr magníficos e insuperables héroes. 
La forma en que los niños hacen frente a la angustia, la impotencia y la incertidumbre que surge ante una enfermedad, o un accidente inesperado, definitivamente es muy diferente a la reacción de un adulto, ya que debido a una mayor madurez mental éste tiene la capacidad de calcular y evidentemente de comprender lo que está sucediendo. El adulto puede manejar mejor sus emociones, y evita mostrar a los demás sus miedos, y es apreciable su valentía; sin embargo, los niños tienen una forma fascinante de encarar el pánico. 
Sin duda alguna, los chiquillos siempre necesitan la presencia y el apoyo de sus padres, sobre todo cuando descubren que están en una situación de peligro, y esto lo entienden así debido al dolor físico que los ataca e interpretan estas sensaciones de malestar como una alarma, por lo cual, su primera necesidad o urgencia es sentir la seguridad y la protección de sus padres. Me ha bastado ver cómo reaccionaba Alexa, una pequeña de 4 años de edad, quien fue recibida en Urgencias en estado de letargia, desubicada en las tres esferas, con reflejos osteotendinosos ausentes, acompañada de su padre quien refería que la niña había ingerido accidentalmente una alta cantidad de pastillas de un medicamento del cual ignoraba el nombre. Inmediatamente se inició el proceso de desintoxicación, realizándole un lavado gástrico con administración de carbón activado. 
En cuanto se colocó la sonda nasogástrica, Alexa opuso resistencia, reacción que animó mucho a los médicos, pues hablaba de un estado de conciencia favorable. Además entre sus lloros, las palabras que Alexa decía con gran añoranza eran “Papá, mamá”. Lo cual me hizo comprobar que ante las situaciones de estrés, el confort más grande para un niño es la presencia de sus padres. Por otro lado, comprendí que si el niño imagina algo que estimule su valentía, automáticamente su reacción cambia, por lo cual el ingenio de las personas que atienden estas situaciones se pone a prueba para buscar la forma de convencerlos de que todo estará bien, penetrando en sus mentes y creando una idea que minimice el miedo.
Esto habla de lo predecible que puede ser un chiquillo, pues basta conocer un poco sus fantasías para ayudarlos a manejar mejor el dolor.

Algunos refieren que se han lastimado mientras se enfrentaban con un compañero, y esta declaración los hace sentir avergonzados; sin embargo a pesar del temor de que los riñan, tienen la valentía de relatar los hechos con detalle. Posteriormente aceptan los procedimientos que impone el médico, tal vez con la esperanza de que todo termine pronto.

De la misma forma en que he admirado la inocencia y valentía de los niños, en el área de Urgencias he aprendido a valorar la nobleza y el trabajo de las personas que trabajan en este servicio,  ya que el carácter y la bondad para establecer un trato especial con los niños y con los padres,  es especial y generan un ambiente de confianza y servicio, que indudablemente los tranquiliza. Considero que el amor maternal o paternal no tiene comparación alguna, y es el mayor exponente de humildad. De esto podemos darnos cuenta, dando una vuelta por cualquier sala o pabellón del hospital donde se encuentre una madre custodiando la salud de su hijo, y aun más en el área de Urgencias donde se tiene el primer contacto con el paciente, mientras los padres se encuentran alarmados y preocupados por el bienestar de sus hijos. Es extraordinaria la capacidad que tienen los padres para luchar por la tranquilidad de sus pequeños.
El servicio de Urgencias me ha permitido conocer este tipo de circunstancias, y más allá de la gran cantidad de conocimientos que he adquirido allí, gracias a la disposición del personal de esa área para enseñarnos, he aprendido la importancia de la vocación al servicio, la dedicación y empeño que se requiere.

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